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Alemanas que hacen historia/Anne Will: La periodista que no sabe rendirse
Carlos Jesús González - Alemania es un país de talk-shows. Cualquier viajante podría llegar a dicha conclusión tras jugar al zapping con el control remoto en el cuarto del hotel. Parece haber talk shows para todo, debates incontables en los que alguno de los invitados comenta algo, el otro replica y un tercero, cuarto o quinto asiente con gesto preocupado al tiempo que la moderadora o el moderador en turno espera el momento adecuado para intervenir.
Sin embargo, aun en el país donde este tipo de apuestas informativas dominan los horarios nocturnos, hay un programa que se distingue de entre todos ellos, un programa que desde su primera emisión, en septiembre de 2007, ha pasado a convertirse en el aparador donde se exponen las discusiones públicas más urgentes que se mantienen en Alemania. Su espectro, por supuesto, abarca las más diversas cuestiones de tipo político pero siempre haciendo hincapié en la manera en la que éstas impactan a la sociedad. De allí que se ha convertido en una referencia, tan necesaria como infalible, del pensar alemán contemporáneo.La encargada de llevar estas discusiones a buen puerto –incluso cuando se encienden los ánimos- es una experimentada periodista de cincuenta años. El programa en cuestión se transmite los domingos a las 21:45 en el canal uno (das Erste), justo después de la popular serie policíaca Tatort y lleva su nombre: Anne Will.
El rostro que todos conocen
Fue hacia mediados de la década de los ochenta cuando el rostro de Will empezó a escabullirse dentro de los hogares alemanes. Para los espectadores fue difícil pasar por desapercibido la belleza natural de su rostro, del que se distinguen los pómulos salientes y la mirada brillante y avispada. Rostros hermosos en la televisión, sin embargo, hay muchos, no así la elocuencia y desenvoltura que Will mostró desde su aparición inicial antes las cámaras. Transmisiones conocidas en aquel entonces como Mal ehrlich, TVSportpalast y Parlazzo le funcionaron a manera de escuela. Gracias a ellas fue desarrollando una personalidad cautivadora pero a la vez sólida que reflejaba los cambios que se sucedían dentro de la sociedad germana misma. De allí que nadie se sintiera sorprendido cuando en 1999 Will se convirtió en la primera mujer anfitriona del popular programa de deportes, Sportschau, logro que se vería continuado con la cobertura que la periodista realizó para la cadena ARD de las Olimpíadas de Sydney del año 2000.
Si bien, y aunque la versatilidad innata de esta coloniense (nació en Colonia, el 18 de marzo de 1966) es una de sus principales virtudes, en ningún área se la ve tan cómoda como en la concerniente a los acontecimientos políticos, acaso porque precisamente fueron política e historia –y literatura inglesa- las materias que cursó durante la carrera universitaria. O sencillamente, tal y como confesó hace poco al portal RP ONLINE, dicha inclinación surgiría al constatarse de la manera en la que las decisiones políticas “repercuten en nuestras vidas”.
En todo caso, fue en el papel de presentadora de noticias del programa Tagesthemen, labor que alternó con sus colegas Ulrich Wickert y Tom Buhrow, donde su potencial ante las cámaras alcanzó su máximo esplendor. A lo largo de los seis años que ocupó este puesto –de 2001 a 2007- Will consiguió con creces lo que el espectador espera de este tipo de emisiones televisivas: una presencia que inspire confianza pero también seguridad a la hora de anunciar los sucesos más importantes del mundo, que no se conforme con leer las notas sino asimismo, y de manera que no se aprecie impostada o irreflexiva, transmita algún tipo de opinión si el momento lo amerita. Fue tal la relación de camaradería y cotidianeidad que se logró entre la periodista y las audiencias, que aun a la fecha no poca gente echa de menos su avistamiento diario y nocturno, tan habitual como untar mantequilla en el pan de la cena, pero incluso estas personas están al tanto de que no todo dura para siempre, y de que la partida de su presentadora favorita obedeció a la búsqueda de un proyecto más ambicioso. Y quizá más trascendente.
La moderadora
No es fácil ser la Anne Will de todos los domingos. En su programa de debate se han tocado temas extremadamente complejos y actuales, como el comportamiento que tiene o debería tener Alemania dentro de la Unión Europea, y otros que han generado opiniones encontradas en la sociedad, por ejemplo, la crisis de refugiados. Entre sus invitados se cuentan varias de las figuras políticas más destacadas del gobierno germano pero también algunas polémicas personalidades, entre ellas la dirigente del partido populista y euroescéptico Alternativa por Alemania (AFD – Alternative für Deutschland), Frauke Petry, o, en fechas más recientes, Nora Illi, una mujer suiza que se convirtió al islamismo radical, decisiones ambas que le generaron algunas críticas. No obstante, Will infaliblemente ha asegurado que no posee una lista negra de personas que jamás invitaría a debatir: “siempre trabajo bajo un principio: se invita a gente de posición extrema solamente después de sopesar las ventajas y desventajas de ellos y si su intervención realmente tiene que ver con el tema que se va a tocar… como periodistas tenemos la obligación de mostrar los fenómenos políticos que tienen lugar, criticarlos, cuestionarlos y tratar de darles cierto orden. Al exponerlos se muestran sus deficiencias, sus incorrecciones”, afirmó hace poco al semanario Die Zeit.Quizá precisamente por esta imparcialidad, entre otros factores importantes –audiencia, horario, etc.- el programa de Anne Will contó dos veces –en febrero y noviembre- con la presencia de la canciller Angela Merkel en 2016, hecho del que no puede jactarse ningún otro programa televisivo de su clase. Habría que agregar la entrevista que le realizó en febrero contó con una audiencia de seis millones de televidentes. “En cierto punto me pregunté si me veía a mí misma como una vocera del gobierno. Supe que la respuesta era ‘no’. Lo realmente importante, aquello en lo que debía pensar, era en la forma en la que debía desempeñarme al momento de realizar la entrevista”.
Si bien, el profesionalismo que Will detenta no se ha limitado a la manera respetuosa, pero a la vez firme, con la que se comportó para con la máxima dirigente alemana. Se percibe en cada emisión con el modo armónico en el que dirige los debates. No cualquier persona está hecha para controlar discusiones que en ciertos momentos se ven afectados por la irracionalidad propia de una pelea infantil o en las que alguno de los invitados insiste en interrumpir a los demás. Dado el caso, la moderadora hace uso de ciertas técnicas, como no dejar de hablar hasta que todos los reunidos callen y sea posible continuar con la charla: “el invitado más difícil es el que parece no estar interesado en la discusión, o aquel que sostiene un monólogo y no le importa lo que los demás digan. O también ese otro que no muestra una posición clara, con lo que su opinión carece de credibilidad”.
Después de una década en la que ha pasado revista a los temas más relevantes de Alemania, resulta evidente que un programa como el de Anne Will se ha hecho indispensable como termómetro y espejo de lo que pasa por la mente de los habitantes. Ello, además, adquiere una especial relevancia en tiempos como los actuales, en donde las redes sociales se han engullido a las vías de información clásicas y conceptos como la “posverdad” se han colocado por encima de la tradicional labor periodística: “antes llegaba alguien con una opinión carente de pruebas y no conseguía nada más allá de la aprobación de dos o tres personas. Hoy, a través de redes sociales, rápidamente se conforman grupos que pronto obtienen miles de likes para las tesis más absurdas… y eso es algo que considero peligroso”. Lo dicho además concuerda por completo con aquello que Will define como buen periodismo: “decir lo que es, hacer el trabajo de forma limpia, prestar atención, no rendirse”.
La vida
Además de por su infatigable labor como informadora, hay otros aspectos en la vida de Anne Will que le han merecido admiración. Uno de ellos tuvo lugar en 2007, cuando la periodista confesó con orgullo que era lesbiana y que su pareja era la también periodista y destacada profesora, Miriam Meckel. La pareja se encuentra oficialmente casada desde agosto del año pasado.
Desde siempre comprometida con la tolerancia en todos los aspectos, Will contribuye activamente a Kindernothilfe, organización de caridad que fue fundada en Duisburgo en 1959 y que proporciona ayuda a cerca de un millón de niños necesitados de 29 países diferentes. Asimismo, lleva ya varios años involucrada en proyectos para eliminar las minas antipersona de los conflictos bélicos y funge como embajadora de la Habitación de los Nombres (Raum der Namen) del Monumento a los Judíos de Europa Asesinados, en Berlín.
Todo ello revela que Anne Will, pese a hallarse irremediablemente condenada a jamás poder revelar su propia opinión en los debates que modera, está no obstante consciente del mundo en el que vive. Como todo mortal que goce de cierta conciencia, teme a la intolerancia, al racismo, a la incomprensión, y así lo ha revelado en diversas entrevistas. Y mientras algunos luchan contra ello desde el terreno político, el arte o el Internet, ella lo hace desde un estudio de televisión: “lo que me interesa es enriquecer a la audiencia, que le quede algo nuevo de lo que ha escuchado, que gane algún conocimiento nuevo”.
Carlos Jesús González. Periodista y escritor mexicano. Vive en Berlín desde 2006, donde labora como corresponsal de CAI y como colaborador free-lance de diferentes medios mexicanos y alemanes. Tiene un especial interés por los temas culturales y políticos. Es amante absoluto del cine, la literatura y la agitada vida berlinesa.
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